Cuando se piensa
en arquitectura solo se piensa en... ¿dibujar planos, en construir casas,
edificios, llenar una ciudad?, ¿vender ideas? Se necesita más que una forma de
pensar para definir lo que realmente nos mueve pensar en arquitectura.
Alguna vez
quién no se ha topado con el típico interrogatorio de presentación que se toma
al inicio de clases, en la universidad. Hoy solo voy a traer a la memoria tu
primer día de primer ciclo. Ese que
muchos quisieran olvidar y otros no olvidan porque como dicen, “la primera
impresión es lo que vale”.
Todo empieza
cuando entras a clase sin mirar a nadie. Te sientas, acomodas tus cosas o
algunos se quedan quietos porque se sienten observados. Luego de instalarte
empiezas a mirar, primero al frente y luego a los lados para ver a toda esa
gente rara como tú. Cuando volteas a mirar atrás, todos los de atrás te miran y
es el segundo momento incómodo del día. El primero sería que llegaras tarde y
encuentres todo el salón lleno. Por los nervios no ves sitios vacíos, todos te
miran, son miradas de cachimbos nerviosos como tú, pero sus miradas te
intimidan como si fueran estudiantes de decimo ciclo, esperando que cometas el
mínimo error para que se empiecen a reír de ti. No querías mirar a nadie pero
no te queda de otra que mirar para poder encontrar un espacio vacío. No querías
que nadie te viera pero todos están sentados y tú eres el único parado con cara
de nuevo.
Después de mi
pequeño preámbulo sobre ese primer día (sólo para que no se te olvide tu
primera vez), volvemos al tema inicial: El interrogatorio de presentación. Ese
interrogatorio que pensaste ya se había dejado en el colegio, pero esta vez le
agregan un par de preguntas más, para diferenciar que ya estás en otro level. Así que te piden que digas tu
nombre, cómo quieres que te digan, cuál es tu edad, de dónde vienes, qué es la
arquitectura para ti y por qué quieres estudiar esta carrera. Hoy solo quiero concentrarme
en la última pregunta de tu primea vez.
Empieza el
típico ritual de que te paras, dices tu nombre (algunos dicen su nombre
completo), dices tu diminutivo más bonito (algunos dicen lo que nunca se les
llega a decir), dices de dónde vienes (nunca falta uno que dice “de mi casa” y
nadie de ríe). Las siguientes preguntas son de otro level.
Podría escribir
todas las repuestas que he escuchado en mi vida y siempre terminaré riendo.
Pero todas son válidas porque se perdona que alguna vez fuéramos cachimbos. Para
no herir susceptibilidades solo contaré la mía. En ese entonces respondí: “No
lo sé, lo sabré cuando termine mi carrera”. Creo que influyó mi estado de ánimo o desafié el ambiente de integración con tanta sinceridad. No mentí pero me equivoqué en lo
último. No lo sabía, hoy tampoco lo sé del todo pero en el transcurso de mi
vida lo voy descubriendo.
Cuando escribí mi
primer informe sobre el ELEA reflexioné sobre lo que significaba para mí la arquitectura
y no pude evitar recordar la última pregunta de mi primera vez.
Cuando yo pienso en arquitectura pienso en las
personas, en la naturaleza, en la ciudad, en los problemas, en todo lo que no
he mencionado y nos rodea. Puedo concluir mi definición
que sin saber que encuentro la respuesta, la estoy “creando”. Por eso para mí, la arquitectura es CREAR.
Una ciencia y arte. Un perfecto complemento imperfecto. Y me quedo con la frase
de LoisKhan que resume mi entrega hacia esta carrera: “El espacio interior es
un secreto que se ha de descubrir disfrutándolo”.
En mi proceso de aprendizaje que no finaliza al
culminar mis estudios, en la universidad o en la presentación de mi tesis de
maestría, soy consciente que mi alimentación arquitectónica no solo se debe
basar en las clases dentro de las aulas o con logros académicos. El empaparme
de conocimientos y experiencias externas, forma parte también de mi formación.
Con esto no desmerezco importancia a mis clases. Creo que de ellas depende el
ejercicio de mi profesión más adelante.
Pienso que parte de nuestra formación no debería
limitarse en asistir a clases y tratar de aprobar “como sea” todos los cursos.
Pasar de ciclo, terminar la carrera en el menor tiempo posible, sacar un título
y encontrar trabajo. Porque si solo es eso lo que hacemos, seremos parte del
futuro porcentaje de la PEA (Población Económicamente Activa) con título
profesional. Pero ¿qué nos diferenciaría de los demás? ¿Con qué contribuiríamos
a la sociedad que no sea solo en busca de nuestro propio provecho?
Todo este persistente pensar que no me deja quieta se
debe a que hace un tiempo atrás me
enamoré. Sí, me enamoré. Me enamoré de la Arquitectura. Porque debo confesar
que desde un principio nunca pensé estudiar esta carrera. Es más, pensé (como
muchos estudiantes) no tener que involucrarme con alguna carrera que tenga que
ver con “números”. Para mi mala suerte fue contraproducente el hecho de
descubrir que la arquitectura no son solo números.
No fue un amor a primera vista.Cuando reaccioné y me
dije que no quería ser una estudiante más me di cuenta que estaba enamorada.