domingo, 20 de marzo de 2011

Diciembre II

"Algo de mí se iba con él, pero yo seguía parada cooperando con su partida, aunque estuviera inmóvil."

Me puse un vestido y sandalias altas, me sentía cómoda, grande y risueña. Es un decir… Como toda mi vida. A veces siento que no soy real. Que alguien me está soñando y ha perdido el control. Camino por la plaza, aquí todos me conocen, cómo si hubiese nacido aquí. Es muy temprano para ver tanta gente, pero me había olvidado que ya es diciembre.
Estoy llegando al muelle donde hace un año antes el mismo día conocí a un hombre gentil. No le hablé porque no me sentía cómoda, estaba llorando y parecía pequeña. Lo miré de reojo estaba a unos pasos de costado de mi, podía ver su porte, su camina blanca y su mirada perdida en el mar, no vi sus ojos porque llevaba lentes de sol.
Era un hombre de verdad, literalmente como nunca lo había soñado. Me deslumbro su presencia y todo de él. Todo lo suyo. Estuvo unos minutos de pie apoyado en la baranda de madera, pensando qué se yo… Quizás en alguien que murió, tal ves en sus problemas o de repente se detuvo a respirar aire y despejar la mente. También existía la posibilidad de que me estuviera observando de costado y no se halla atrevido a dirigirme la palabra. Estaba solo y si me está mirando me hacía sentir importante pero a la vez nerviosa porque no estaba vestida para una ocasión especial. Esa lo era, no porque cumplía veinte, tampoco porque venía a hablar con mis padres, sino porque estaba él y estaba yo.
Quizás era yo una buena compañía, alguien quien respetaba su silencio y por eso no me dijo nada, para no estropear el momento. No era capaz de definirlo pero lo empecé a pensar desde la primera vez que lo vi y la última vez que perdí toda esperanza de encontrarlo. Se volteó y caminó yéndose. Imaginé que cuando se volteo me miró de costado, que me sonrió pero yo no lo noté, o simplemente me hice invisible para él. Mientas se alejaba voltee, me sequé las lágrimas y sentí desesperación. Algo de mí se iba con él, pero yo seguía parada cooperando con su partida, aunque estuviera inmóvil. Quería ir tras él, tenía que decirle como me llamo, tenía que saber de dónde salió. Me arrepentí tanto de haberlo dejado ir. Algo si me quedó con seguridad, no fue su perfume, ni su mirada, ni siquiera su hermosa sonrisa, ni su porte de caballero, ni su nombre…
Me quedé con la seguridad de que el próximo año lo vería en el mismo muelle.
...