sábado, 17 de diciembre de 2011

El arte de llorar


No sé qué hacer. ¿Y cuándo he lo he sabido? A pesar de eso, sonrío; a pesar de esto, te hablo; a pesar de mí, sigo. A pesar de ti, lloro y luego me calmo.
Es extraño llorar ahora. Sí “llorar”, algo que antes hacía más a menudo y que hoy esporádicamente me permito desahogar. Llorar no es malo, hacerlo en exceso, sí lo es. Llorar es el auge del ritual de sentirse triste, podría escribir mucho sobre llorar basándome en el solo hecho de hacerlo.

Se me hace muy difícil, cambiar de estar triste a estar bien. No puedo. En esos momentos no puedo sonreír aunque me lo pidan y hago sentir al mejor payaso, miserable. Conmigo tengo la suficiente y exclusiva confianza para llorar, es por eso que casi siempre mi tristeza es unipersonal; yo me entiendo, me acompaño, yo me reprocho, me consuelo, yo me daño y luego me asisto, me prometo cosas que luego olvido y también reflexiono en silencio hasta quedarme dormida.

Tenía ocho años desde que recuerdo a esa niña que se encerraba en el baño del pabellón de primaria para llorar. La he visto más de una oportunidad y tiene algo de misterio en la mirada. Era extraña y no hablaba con nadie, solo conmigo. Con ella no entendía lo que significaba estar triste, de aquellas conversaciones solo aprendí que no quería ser como ella. Lamentablemente no he podido dejarla o no he logrado superar el hecho de que a veces la necesito.

Y quién puede dejar de llorar.

1 comentario:

Unknown dijo...

China, leo tu blog y me pone mas depre de lo que ya estoy. Pero el consolarse solo debe ser algo bastante difícil. Ahora estoy en mi cuarto, esperando una llamada que creo que no llegara. Y me deprime estoy apunto de salir a caminar sin rumbo a ver rostros alegres en la calle quizás eso me contagia algo de la alegría de saber que todavía estoy vivo.