miércoles, 10 de febrero de 2010

Drogada del dolor

Cuando levanté la cabeza para atender a su llamado estaba lloviendo en un paisaje que dibuje en mi mente, él no lo podía ver, pero yo hasta me tome el tiempo para pintarlo con acuarelas. Quería salir corriendo para aferrarme a unos brazos que me hagan sentir niña otra vez, llorar hasta dormirme y seguir así abrazada toda la tarde drogada del dolor.

Hoy fue el día. El día en que me duele estar viva. Me duele el alma porque respiro. Respiro porque aun me queda vida.
Tenía el mejor plan de exponerme y no enamorarme, para arrastrar agonizante el alma de otro mortal, ése, el que se veía inalcanzable, lo tengo a veces tan cerca. Me prometí no entregar más de mi que solo besos y miradas traducidas en deseos ponzoñosos, pero he perdido, he entregado algo mas que mi propia vida no recuperable.

Lloré, lloré mucho, pero de qué sirvió, eso pensé antes de hacerlo porque ni siquiera él lo sabría. Entonces no valdría de nada. Igual seguí llorando hasta secar mi dolor.

He salido de mi capullo de niña a mujer, me pregunto si así se sienten todas las mujeres... incomprendidas.

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