martes, 6 de octubre de 2009

¡Terminamos!

Tengo miedo. Estoy bañada en sudor. Me estoy muriendo y es una suerte porque al menos sólo deje que la muerte me acariciara. Mas no que me llevara.






“Acepto, con una condición”. Dijo Dalia a Sandro, para ella su ex pareja y según él, su futura víctima.

Llegamos una semana antes a la Isla irresistible de Sal, ubicada en Cabo Verde. Planeamos divertirnos y celebrar mi cumpleaños. Nos acompañaba Giorgia, o mejor dicho, yo las acompañaba. Ellas eran amigas desde la adolescencia, consideradas amantes del “windsurf”.




-Me interesas mucho Dalia, no he dejado de pensar en ti – le dijo Sandro.
-De eso no tengo duda, deja de enviarme mensajes a mi celular- le contestó ella.
-Ahora va enserio, no quiero perderte – insistió Sandro.
-No me perderás – dijo Dalia -. Porque ni siquiera me tienes.
-Sé que me sigues amando.
-No insistas. Ya me voy. Adiós Sandro.




Dalia y Sandro en tiempos pasados mantuvieron una relación de pareja que terminó, muy lejos de parecerse al final de los cuentos de hadas.



“Cuando lo conocí – me contó ella misma-. Me parecía un joven atractivo, muy simpático, siempre con un tema de que hablar y eso lo hacía más interesante. Yo me dedicaba a mi establecimiento balneario y él era guía turístico de la zona, como lo es hasta hoy. Él aún insiste. Yo ya di por terminada la relación, no te voy a negar que en ocasiones tuve miedo porque es muy controlador y obsesivo. Por eso Agnese conoce bien a los hombres antes de estar con alguno”.

A pesar de recordar esas palabras no predije lo que estaba sucediendo ahora, cargué mis heridas y seguí caminando. Lloraba sin parar.




La noche del jueves 8 de febrero, día de la cena, que por cierto, Dalia aceptó asistir con la condición de que la acompañáramos Giorgia y yo, tenía entendido que iríamos hacia Espargos. Sandro manejaba, vestía sport y una gorra, en el asiento de al lado estaba su amigo y nosotras tres íbamos en los asientos posteriores. Sandro cambió de ruta y se dirigió a Fontona. Dalia preguntó el motivo del cambio de planes.

Cuando llegamos, los caboverdianos sacaron a Dalia y a Gorgia, sin delicadezas ni consideraciones, las golpearon sin explicación alguna y les rociaron un spray. Continuando la ceremonia agresiva las apedrearon sin remordimiento.
Dentro del auto, desesperada intenté llamar por teléfono, pero su amigo se dio cuenta y una pedrada fue suficiente para que me quedara inconsciente, o al menos así parecía y fingí estarlo hasta la madrugada. Cuando se fueron, logré escapar.

Estaba en Shock. Se había secado la sangre de mis raspones en las piernas, y además las tenía moreteadas; mi cara estaba manchada con el maquillaje y las lágrimas me limpiaban el rostro mientras caminaba sin rumbo evocando lo sucedido, una y otra vez desde el principio.

La actuación de Sandro y la complicidad a sangre fría de su amigo no estaba clara y no había terminado. Enterraron a las dos chicas en un hoyo, que al parecer habían cavado con anticipación, Giorgia se resistió en no querer darle el gusto a la muerte o quizás soportó unos minutos más la respiración motivada por una esperanza marchita de librarse del mal, la habían enterrado viva.

Acompañada de una angustia que me mantuvo con vida, continúe caminando, sin dejar de sangrar por la cabeza. Llegué el viernes al amanecer al pueblo de Santa María. Horas más tarde la policía encontró los cadáveres de mis dos amigas sin vida. Esta vez la ruptura fue definitiva, al estilo de Sandro, que él y nadie más podrá entender. Los asesinos ya están en prisión, la policía ha cerrado el caso diciendo que fue un crimen pasional. Y yo aún no lo supero.





Fuente:



http://www.20minutos.es/noticia/200695/0/lapidadas/italianas/amor/ http://www.libertaddigital.com/sociedad/lapidan-a-dos-italianas-en-cabo-verde-hasta-la-muerte-1276298785/

No hay comentarios: